Desde hace más de dos siglos, los clásicos de la economía comprendieron el papel estratégico del comercio y su contribución al desarrollo de un país.
Adam Smith anotaba: “El comerciante que ofrece al fabricante un despacho siempre pronto, toma sus manufacturas apenas acaban de fabricarse y a veces adelantan su precio, hace posible que el industrial tenga empleado todo su capital y acaso más, en la labor de su manufactura, y que por consiguiente pueda fabricar un mayor número de artículos que si se viese obligado a venderlos directamente a los consumidores inmediatos o a aquellos que los hubiesen de ir despachando al por menor. La mayor parte de los fabricantes no podrán vender al por menor sus propias manufacturas a precios tan ventajosos, como un vigilante y activo mercader, cuyo único negocio sea comprarlas al por mayor para venderlas al por menor”.